El pasado viernes, 20, entre
las cinco y las ocho, nos pudimos reunir una veintena de personas para ver y
comentar ‘La herida’, una película dura pero necesaria. Como dijo el director, no ofrece
respuestas pero sí deja en el aire posibles preguntas. Lo consigue, desde
luego. Se agradece la ausencia del morbo o sensacionalismo cutre que suele
adornar frecuentes descripciones peregrinas sobre algo tan desconocido como los
trastornos de salud mental, emocional.
Coincidimos, tras el visionado
y necesariamente ‘tocadillos’, en lo bueno de poder charlar un rato mientras
picábamos algo en la acogedora sala que cedió el Palau Alós. Como suele
suceder, la palabra ‘quita hierro’, nos permite compartir y reparar en
opiniones de los otros. Un buen guión suele ofrecer opción a visiones diversas
que nos enriquezcan.
Fernando Franco aborda de
forma respetuosa e inclusiva hacia cualquiera, un tramo en la vida de Ana, una
joven poliédrica, con enormes potenciales y también con sus carencias, como
cualquiera. Asistimos enseguida a muestras de crudo sufrimiento, sobre todo
proyectado hacia ella misma (autolesiones, inseguridades bloqueantes…) y en sus
relaciones afectivas más estrechas, mientras tiene condición casi de ángel
cuando, en su trabajo, cuida de otros seres ‘desvalidos’. Un final abierto
agradecible invita a poder pensar que en algún momento se percate de necesidad
de coger riendas, de pedir ayuda, de reconocerse y respetarse, de cambiar
diálogo interno, por mucho que cueste, algo que esta sociedad apenas incentiva.
Dolorosa y paradójicamente, reflexiones como ésta alientan, entre otras, a la
necesaria construcción de un mundo revisado, más comprometido con los aislamientos
dolorosos, a reinventar la educación, lejos de una casi mera expedición de
datos, con ideas y herramientas para seres más autónomos, mejores gestores de
sus emociones, razonablemente felices, en un caldo de cultivo integrador, por
posibles desarreglos o trastornos que, con condición de humanos, todos podamos
sufrir.
Coincidimos en trabajo enorme
que se intuye -y conoce bastante- en la preparación de la peli, en la seriedad con
que se aborda un tema que se frivoliza demasiado, también en el retrato cierto
y necesario de complejidades en las relaciones humanas. Este ha sido el cuarto
cinefórum y nos apetece mucho poder ir haciendo más. Aunque a veces escueza,
nos remueva cosas, qué gran herramienta el cine como antídoto a bastantes cotidianeidades,
como opción para salir distinto al que se era solo unas horitas antes….
Ana Herrero